A lo largo del pensamiento económico han sido varios los autores que han estudiado la figura del emprendedor, sin embargo, ha sido a partir de la última década del siglo XX cuando han empezado a realizarse investigaciones cada vez más complejas acerca del emprendedor, la actividad emprendedora y su relación con el crecimiento económico.
Haciendo una primera reflexión nos planteamos el origen de dicha relación, tomando el conocimiento como un factor determinante de la misma, al considerar que el emprendedor es capaz de transformar conocimiento en conocimiento con valor económico, convirtiéndose así en una figura imprescindible en el engranaje económico moderno.
En principio, parece existir un amplio consenso con respecto a que la clave para conseguir crecimiento económico y mejoras en la productividad se encuentra en la capacidad empresarial de una economía, y en general, que la creación de empresas representa el motor de las economías en los países desarrollados.
Así, la necesidad de un clima favorable hacia el emprendedor, las perspectivas económicas del país y las políticas económicas y de apoyo a la empresa, aparecen como fundamentales para el desarrollo de la actividad emprendedora.
Aceptando la evidencia de la relación positiva entre la actividad emprendedora y el crecimiento económico, las inversiones en conocimiento y capital humano se configuran como factores fundamentales para generar crecimiento económico, y de éste se deriva el concepto de spillover o externalidad generada por este conocimiento, a través del cual dicho conocimiento podrá ser compartido por otras empresas y convertido en conocimiento económico, a través de su transformación en actividades comerciales.
Si se acepta este planteamiento, las regiones que quieran experimentar un mayor crecimiento dependerán, tanto de su actividad empresarial, como de sus gastos en creación de conocimiento y de la trasferencia que de este conocimiento se realice a la actividad económica real.
En consecuencia, parece evidente que el nuevo conocimiento genera oportunidades de ser explotado comercialmente, sin embargo, requiere de algún agente que consiga que los nuevos conocimientos se conviertan en una oportunidad comercial, a través de un proceso más complejo y difícil de normalizar.
Es aquí donde la figura del emprendedor puede convertirse en el eslabón perdido necesario para convertir el conocimiento en conocimiento económicamente explotable que genere crecimiento económico a través de la creación de nuevas empresas convirtiendo el capital emprendedor es un mecanismo de transmisión del conocimiento.
De esta forma, el conocimiento generado en el seno de una empresa y no aprovechado por la misma supone una importante fuente de oportunidades para los emprendedores que pueden crear nuevas empresas para explotar dicho conocimiento.
Todo lo anteriormente planteado implica que el conocimiento por sí mismo es sólo una condición necesaria pero no suficiente para el desarrollo de una empresa de éxito. La capacidad de transformar los nuevos conocimientos en oportunidades económicas implica un conjunto de habilidades, aptitudes, ideas y circunstancias que no se pueden normalizar, ni están distribuidas de forma uniforme en el conjunto de la población. El emprendedor se convierte así en una figura clave que facilita los procesos de creación y distribución de conocimiento, favoreciendo la creación de empresas, el crecimiento, la riqueza y el empleo, elementos necesarios en el panorama económico actual.
Jesús López Castro, Sub-director del área de creación de empresas de Inguralde