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Urbanismo y democracia: un nuevo concepto de ciudad

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Reproducimos a continuación el artículo titulado URBANISMO Y DEMOCRACIA: UN NUEVO CONCEPTO DE CIUDAD, publicado recientemente en la web EL ORDEN MUNDIAL.

Javier Rodríguez — Director de INGURALDE.


 

URBANISMO Y DEMOCRACIA: UN NUEVO CONCEPTO DE CIUDAD

Autor: Borja Lucas Domínguez

Desde que en 2007, por primera vez en la historia, la cifra de personas viviendo en ciudades superase a la de población rural, quedó claro que el modelo de ciudad actual está obsoleto. Las ciudades son cada vez más grandes y sufren de hiperpoblación. Sin embargo, su planificación, infraestructura y planes de desarrollo siguen anclados en un modelo que no es sostenible. Son muchas las variables que hay que tener en cuenta: cambio climático, multiculturalidad, multirreligiosidad, participación ciudadana, tecnología, etc. Entre todos ellos, la planificación de las ciudades actuales para el medio y largo plazo será el pilar sobre el que se construya la nueva forma de hacer política en su nivel más elemental: el municipal. Es aquí donde el ciudadano puede involucrarse de forma directa en los asuntos públicos y la manera en la que se desarrolle y gestione la ciudad será determinante. Desde Abu Dhabi hasta Guangzhou y desde Rotterdam hasta México D.F., se están desarrollando nuevos modelos de ciudad y por ello es crucial analizar cómo se están realizando estos cambios y qué impacto tendrán en la política ‘glocal’. 

Ciudades para convivir

Las ciudades son el ecosistema natural para la mayoría de la población en la actualidad y esa tendencia se mantiene al alza con el aumento del éxodo rural. A medida que las ciudades crecen y están cada vez más pobladas, se ha demostrado que es crucial que todo el mundo tenga un lugar en ella y no dejar a nadie marginado. Las ciudades son cada vez más diversas, más ricas culturalmente y, por ello, deben ser más igualitarias. El compromiso por parte de los principales actores políticos y de las instituciones para garantizar la inclusión de todos los miembros de la comunidad es el primer paso que se debe tomar en este sentido. Actualmente, las ciudades más grandes del mundo se caracterizan por tener mayores tasas de desigualdad. De hecho, en torno al 70 % de la población que vive en ciudades ha experimentado un aumento de la desigualdad en los últimos 30 años. En otras palabras, más de 860 millones de personas viven en suburbios sin acceso a servicios básicos según Naciones Unidas. La población urbana aumenta imparable, especialmente en los países en desarrollo. Esto abre la puerta a nuevas oportunidades para crear ciudades hechas por y para los ciudadanos.

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Estas ciudades deben ser, en primer lugar, ejemplo de respeto al medioambiente, en las que los ciudadanos, y no los vehículos, sean los protagonistas y donde las energías renovables y la eficiencia energética sean los ejes de la rehabilitación urbana. En segundo lugar, las ciudades son cada vez más interculturales y en gran medida es por el aumento de la población inmigrante que se traslada a otro país a vivir. Para evitar caer en la discriminación y el racismo, es crucial que la planificación espacial tienda hacia la inclusión. En ciudades en formación, el abanico de oportunidades que se abre es enorme en términos de crear nuevos espacios, organizados de manera innovadora e inclusiva.

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En los últimos 40 años, las ciudades que acogen a inmigrantes y refugiados se han basado en modelos que favorecen la segregación y la creación de guetos, levantando barreras a la integración en el ecosistema urbano. Es por lo tanto esencial elaborar una planificación pensando en estos grupos de población, integrándolos con el resto de la comunidad, poniendo a su disposición las herramientas necesarias para que participen de la vida de la cuidad y favoreciendo el intercambio cultural y la riqueza de la diversidad. En tercer lugar, las políticas públicas municipales deben ser el resultado del trabajo conjunto entre políticos, instituciones y los ciudadanos. Solamente en los países en desarrollo se han vendido 2.500 millones de teléfonos móviles en los últimos años debido a la bajada de sus precios. Esto supone un acceso a la información 2.0 a nivel global que puede tener muchos beneficios a nivel local: el desarrollo de las ciudades inteligentes o ‘smart cities’ puede favorecer la participación ciudadana a través de las nuevas tecnologías, adaptándose así a la forma de vida contemporánea en la que el tiempo es un valor al alza. 

Un ágora para ser escuchados

El empoderamiento de la ciudadanía es una demanda que viene extendiéndose de manera cada vez más intensa desde principios de siglo. Los levantamientos de las Primaveras Árabes, los movimientos de indignados contra el sistema político y financiero en Wall Street, el éxito de las candidaturas ciudadanas en las elecciones locales de las principales ciudades de España, etc. Todos estos factores tienen un denominador común: la necesidad de los ciudadanos de ser escuchados. La población civil quiere ser tenida en cuenta en la toma de decisiones y piden que su voz sea escuchada. Por ello, el punto de partida es su propia ciudad, el lugar en el que las decisiones políticas tienen un impacto directo e inmediato sobre sus vidas. Dentro de este marco, la planificación urbana se ha revelado como una variable fundamental para que las iniciativas de participación ciudadanas sean exitosas. Las potencias emergentes van a ser el laboratorio y el referente para aplicar muchos de los cambios que se quieren llevar a cabo en materia de urbanismo ya que su reciente desarrollo está traduciéndose en nuevas ciudades que al ser planificadas desde cero pueden integrar mejor estas ideas que pueden cambiar la forma de entender la política.

La agencia de Naciones Unidas para los asentamientos urbanos, ONU Hábitat, hace un llamamiento para seguir esta senda de gobernanza ciudadana. Se ha demostrado que las políticas municipales desarrolladas a nivel nacional generan grandes contrasentidos cuando se aplican en las ciudades, nunca están pensadas para el largo plazo y tienen consecuencias devastadoras sobre la identidad urbana. Para ello, las ciudades deben tomar las riendas de sus políticas y el primer paso es mejorar la planificación. El incremento de espacios públicos adecuados a las necesidades de los habitantes de cada distrito, pensados para incrementar el diálogo entre todos los actores del municipio, favoreciendo la transparencia y la rendición de cuentas y el uso de las nuevas tecnologías para hacer más interactiva y sencilla la participación ciudadana son los puntos principales para mejorar el empoderamiento de las ciudades y sus habitantes.

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La cuestión de la planificación urbana no es baladí: las ciudades generan el 80 % del Producto Interior Bruto mundial alojando a la mitad de la población en tan solo el 3 % de la superficie terrestre. Por eso es fundamental comprender que esta cuestión tiene un impacto directo en la prosperidad y en el desarrollo de la sociedad en términos sociales, culturales, económicos o medioambientales. Cuanto más flexible y participativo sea el proceso, más sencillo será involucrar a todos los componentes de la comunidad en la toma de decisiones. Para que sea posible, además del uso de las nuevas tecnologías, los espacios públicos deben ocupar un lugar central en la vida de las ciudades. A la hora de generarlos, debe partirse de un proceso colaborativo entre los vecinos y las autoridades. Así, se identifican las necesidades reales de la zona y se respeta la identidad social y cultural de los barrios. De la misma manera, estos espacios públicos deben favorecer la inclusión de las mujeres, tener espacio para los niños y los ancianos, y ser accesibles para personas con diversidad funcional. Sin embargo, muchos proyectos que tratan de recuperar o preservar la identidad de las ciudades, promover que sean lugares más verdes e inclusivos, se topan con la falta de colaboración de las autoridades locales. Mayor igualdad, menor segregación, baja criminalidad, mayor libertad de expresión, de creación y de reunión ciudadana, son solo algunos de los beneficios que traen consigo los espacios públicos al margen de la malversación, el afán lucrativo y la mala planificación. El objetivo es que sean espacios multifuncionales que favorezcan las interacciones entre los ciudadanos, promoviendo el intercambio cultural y la participación política. Al mismo tiempo, deben estar adaptados a las condiciones geográficas, culturales y climáticas, dando lugar a diferentes patrones de espacios públicos.

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Urbanismo contra la violencia

La población de las ciudades en países en desarrollo está compuesta, mayoritariamente, de hombres jóvenes. Y son éstos los que más se ven involucrados en muertes violentas y acciones criminales: en torno al 70 % de las víctimas de homicidios en todo el mundo son hombres entre 15 y 25 años. Estos datos son muy similares también en lo relativo a aquellos que llevan a cabo las acciones. Por lo tanto, hacer de las ciudades un lugar seguro para vivir se ha convertido en una tarea pendiente. La violencia en este ámbito es un fenómeno multicausal pero hay diferentes variables que apuntan a un incremento de los delitos y la violencia: un desarrollo urbano inadecuado, políticas de exclusión que generan guetos y zonas marginales, calles con mala iluminación o sin ella, inseguridad para las mujeres en medios de transporte colectivo… Se ha demostrado que el tamaño de la ciudad o la cantidad de población no es lo que da lugar a zonas peligrosas sino que surgen por un mal diseño urbano. Para evitarlo, es crucial que se le dé protagonismo a las calles y a otros espacios públicos como lugares de encuentro entre los vecinos. Al mismo tiempo, se debe dotar a todos los barrios de servicios como escuelas y centros de salud, al tiempo que se combina el espacio de los edificios de viviendas con otros destinados a oficinas y negocios de la zona. América Latina y el Caribe se están convirtiendo en un ejemplo de buen uso del suelo público, devolviéndoselo a los ciudadanos y consiguiendo reducir las tasas de criminalidad de las zonas en las que se aplica.

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Las personas con menos recursos económicos viven en ciudades que se ven afectadas por altas tasas de delincuencia. La mala planificación urbanística genera un aumento en las diferencias económicas, malestar social y desconfianza en las instituciones, entrando así en un peligroso círculo vicioso. Es necesario dar un giro de tuerca a esta situación con políticas de reordenación urbana, generando riqueza en los barrios mediante la inclusión de las minorías y la progresiva eliminación de los guetos. Los espacios públicos son fuente de concordia entre los habitantes y generan ricos intercambios culturales y económicos que revierten de manera muy positiva en la reducción de la criminalidad y la violencia. De nuevo, la tecnología vuelve a jugar un papel fundamental aunque esta vez en temas de seguridad. La mejora de las comunicaciones, la puesta en común de los problemas ciudadanos y las políticas de seguridad colaborativas en las que se recogen los aportes de los vecinos tienen en la innovación tecnológica un rol determinante. El desarrollo de aplicaciones que permiten llevar a la práctica este tipo de iniciativas hace que sea más fácil atajar los problemas desde la raíz, generando políticas efectivas de prevención, educación y disminución de los delitos.

En este caso, la autonomía de las ciudades a la hora de desarrollar sus políticas sí debe estar realizada en conjunto con autoridades regionales y nacionales. La creación de marcos institucionales de políticas para la prevención criminal se ha demostrado más efectiva cuando se hace de manera coordinada con los diferentes niveles de poder. En general, las políticas deben ir orientadas a la población juvenil masculina, que son los principales causantes y víctimas de la violencia. La educación en el desarrollo de habilidades, la puesta en marcha de planes en favor del respeto a la diversidad, la inclusión y la empatía en los sectores más vulnerables pueden alejar a los jóvenes de la delincuencia. Al mismo tiempo, se debe empoderar a los jóvenes para que ellos sientan que son parte activa del proceso de cambio, formando parte de la sociedad, lejos de prejuicios acerca de la marginalidad y la intolerancia, siendo esta la manera de que esas medidas reviertan en efectos positivos para toda la comunidad.

El futuro del mundo pasa por las ciudades, y la forma en la que éstas crezcan y se desarrollen marcará al resto de la humanidad. Los ciudadanos quieren ser escuchados y se ha demostrado que incluirles en la toma de decisiones directa a nivel municipal desemboca en proyectos que mejoran la vida de los habitantes y preservan la identidad de los barrios. Las ciudades tienen que dejar de lado los coches como medio para desplazarse y fomentar las zonas peatonales, el uso de la bicicleta y del transporte público para ir de un punto a otro de la cuidad. A esto hay que sumarle la correcta rehabilitación de los barrios, siendo ésta una oportunidad de oro para promover modelos de edificios verdes, abiertos a la participación de los vecinos, con espacios para la interacción social, económica y cultural, basados en medidas de eficiencia energética y de energías renovables. El compromiso con el medioambiente por parte de las ciudades, y por ende de sus habitantes, supondrá el elemento diferenciador en la lucha contra el cambio climático. Para ello, el desarrollo de medidas innovadoras como se hace en la ciudad de Rotterdam, en los Países Bajos, puede convertir algo como los residuos, que a priori eran un problema, en parte de la solución.

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La convivencia en una misma ciudad, en un mismo barrio, de gente de diferentes nacionalidades es un fenómeno creciente. Su aportación y su correcta gestión revierten en la riqueza que producen las diferentes culturas y religiones, favoreciendo un ejercicio de integración, al tiempo que ayuda a perder una visión etnocentrista a cada una de las partes. Las sociedades tienen mucho más que ganar si apuestan por la inclusión de las minorías, haciéndolas ser parte relevante de la comunidad, convirtiéndolas en activos necesario para el funcionamiento de la ciudad y consiguiendo que sean una parte más en el proceso de toma de decisión abierto y participativo. Las oportunidades y las opciones que se presentan son diferentes para cada país y para cada ciudad, pero el desafío es para toda la humanidad. Es por ello más necesario que nunca aplicar el famoso lema de pensar de manera global para actuar de manera local si queremos que nuestras ciudades sean una apuesta de futuro para todos.


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