Autor: Javier Rodríguez – Director de INGURALDE.
Aprovechando que estoy de camino a mi próxima jubilación, creo que este puede ser un buen momento para revisar algunas reflexiones que nos han motivado y desmotivado en esto últimos 30 años de Desarrollo Local.
Sin temor a equivocarme, puedo decir que en estas décadas todos hemos echado en falta el reconocimiento institucional que merece la, que me atrevería a decir, ÚNICA actividad proactiva que se plantea en el entorno municipal. Y dejo intencionadamente fuera el “urbanismo” puesto que tengo algunas dudas sobre su efectiva “proactividad” en el desarrollo urbano y social de un municipio o comarca.
Me voy con la sensación de que nos hemos quedado, en gran medida, donde empezamos: En las Políticas Activas de Empleo, que por otra parte no han evolucionado nada en todo este tiempo. Es más, me atrevería a decir que nos estamos repitiendo como el ajo año tras año, replicando programas y contrataciones, que lo único que hacen es aliviar temporalmente las duras listas de desempleo. Esto, amigos/as, no genera desarrollo, que es para lo que supuestamente estamos. Los esfuerzos, a veces sobrehumanos, para trascender a las políticas de empleo y dedicarnos al Desarrollo Territorial REAL han quedado sin respuesta en la mayoría de las administraciones, si bien es justo reconocer que un porcentaje no desdeñable de ellas, las han asumido con convicción real. Pero más allá de representar la honrosa excepción, podemos asegurar que el Desarrollo Local sigue pendiente de implantarse en todo el Estado Español.
La capacidad de análisis del territorio, la observación de lo que sucede en otros, aplicar la reflexión estratégica y plantear nuevos espacios para el Desarrollo Territorial y Urbano, era y sigue siendo nuestra razón de ser, pero tenemos que admitir que ha avanzado mucho más lento de lo que nos prometíamos. Aquella vieja aspiración, no tanto política como democrática, de ser más eficientes en la gestión llevando al entorno local el máximo de competencias, parece ser que políticamente no se ha interiorizado como esperábamos, quizá sobrepasados por los múltiples problemas que constantemente genera la propia gestión administrativa y burocrática, y eso sin olvidar los duros envites de las crisis cíclicas que nos atenazan, las cuales consiguen que la atención de nuestros políticos se centre más en mantener los servicios básicos a la ciudadanía que pensar y repensar el futuro del propio municipio.
El entorno del funcionariado tampoco ha ayudado mucho. Nunca ha visto con buenos ojos a todo este colectivo de personas, llamados Agentes de Desarrollo Local, que sin haber pasado una oposición, trabajaba en cosas “raras” que muchas veces no entendían y que asimilaban a duplicidades con los Servicios Centrales de Empleo. La visión decimonónica de un ayuntamiento sólo dedicado al mantenimiento urbano, a la asistencia social y a las actividades culturales populares sigue viéndose desde este colectivo como la esencia principal de su misión como empresa pública. Y eso sin contar las labores recaudatorias, que en muchas ocasiones se convierten en su única razón de ser.
Y luego está la nula visión estratégica cuando los presupuestos destinados al Desarrollo Local (a los programas de empleo, en la mayoría de las ocasiones), crecen en los momentos en que no hace falta y decrecen cuando más falta hacen.
Y no hablamos de la cultura de la subvención, que nos ha ayudado a nacer, a crecer y a sobrevivir pero el daño que ha hecho también ha sido y está siendo muy fuerte. Hablo de todas esas subvenciones que desde todas las administraciones, sin mucho criterio y con nosotros como intermediarios, se han ido repartiendo alegremente para formación, mejora de la gestión, creación de nuevas empresas, incorporación de tecnologías… ¿Alguna vez se ha hecho una evaluación seria de los resultados?
Mientras llegaban fondos de Europa no importaba incrementar plantillas, proyectos y actividades. Salía muy barato hacer “cosas”. Ahora bien, cuando los tiempos comenzaron a cambiar ya el interés por nuestro trabajo se comenzó a ver de otra manera.
Y hablando de “intermediarios: ¿¡Cuánto tiempo llevamos presentándonos a programas institucionales compitiendo directamente con entidades privadas, como si nuestros intereses no fuesen tan públicos como los de los propios convocantes!?
Pero no seamos negativos, este sólo es el entorno en el que nos ha tocado pelear, quizá no es el que os hubiese gustado, pero es el que es y no por eso deberíamos mover un ápice los objetivos que mueven esta “revolución” llamada Desarrollo Local.
Una cita que me suele gustar utilizar es la siguiente: “Si las circunstancias son difícilmente variables, el que tienes que cambiar eres tú”. Y la realidad es que ahora mismo no parece que las circunstancias vayan a cambiar. Por lo tanto, actuemos en consecuencia.
Uno de los grandes factores positivos que nos caracteriza es nuestra capacidad de reflexión y nuestra visión estratégica. Esto nos ha llevado de gestionar desde Escuelas Taller a hacer planteamientos atrevidos tanto en el ámbito del empleo como del Desarrollo Estratégico de nuestros municipios y comarcas. Todavía recuerdo aquellos seminarios de trabajo de “fin de semana” en GARAPEN, donde nuestras mentes iban más deprisa que nuestras posibilidades. Nuestras apuestas y nuestras decepciones cuando llevábamos nuestras reflexiones a instancias superiores. No menos que nos tildaban de ilusos y de “ladrones” de competencias.
Pero, no lo dudemos, aquí está nuestra capacidad de cambio. De cambio personal, de nuestras organizaciones y poco a poco de nuestro entorno.
Echo en falta estos seminarios, echo en falta espacios donde poder contrastar nuevas ideas, nuevas formas de trabajo que al menos nos permitiesen buscar distintos planteamientos a situaciones que parecen bloqueadas, enquistadas. Seguro que no por eso iban a cambiar las posiciones institucionales y políticas con respecto a nuestro trabajo, pero estoy convencido de que seguiríamos aprendiendo y colaborando un montón, que en sí mismo ya es muy motivante.
De aquellos tiempos, no he podido olvidar a nuestro gran amigo y maestro Juan Manuel Barandiarán, “Barandi” para los amigos, gerente de GOIEKI en aquella época, que insistentemente nos decía que nuestra misión como Agencias de Desarrollo era “HACER HACER”, es decir, hacer que otros hagan.
Esto me ha hecho replantearme desde hace mucho tiempo que tenemos que asumir que no somos una “empresa de servicios” públicos, como nos denominábamos en su día, sino que debemos ser una “empresa pública de dinamización estratégica”, que es una cosa muy diferente. Nuestra razón de ser no puede ser dar servicios, tiene que ser conseguir que otros los den en base a una estrategia diseñada por nosotros y aprobada por nuestros políticos.
No cabe duda de que en aquellos tiempos nuestro objetivo fundacional fue el de atender a personas en desempleo, emprendedores y pequeñas empresas. La misma financiación europea iba en esta línea. Sin embargo los tiempos han ido cambiando y ahora no son pocas las entidades públicas y privadas que tienen fines similares. ¿Acaso no deberíamos buscar aquellos espacios donde nuestra apuesta por aportar valor a nuestros municipios y comarcas sea evidenciable?
Miro con sentido crítico hacia el pasado y veo que hay muchas cosas que hemos hecho bien, muy bien, pero hay otras que no tanto. Y estoy pensando ahora en nuestra relación con el empresariado, fuente básica de la generación de empleo.
Obsesionados con la mejora de la gestión empresarial hemos trabajado, y trabajamos, con una actitud paternalista, diciéndole lo que debería hacer y llevándole a nuestro terreno con la zanahoria de la subvención. ¡Qué sufrimientos para llenar un curso con 8 ó 10 empresas! ¿Y esas infumables encuestas para concluir lo que ya sabíamos desde el principio?
Si es que les hemos quemado.
Será terrible reconocerlo, pero las necesidades de las empresas son aquellas que ellas sienten, no las que nosotros les decimos que tienen. Y si reflexionamos sobre esta cuestión tan básica, nos iremos irremediablemente a un nuevo espacio de relación con ellas.
¿Y qué decir del posicionamiento estratégico de nuestras ciudades y comarcas? ¿Acaso no es esta nuestra principal vocación frustrada? ¿Acaso no se están volcando ahí una parte importante de los esfuerzos europeos actuales?
Y lo más grave: ¿Hay alguien ahí afuera haciendo este trabajo?
¿Pues a qué estamos esperando?
Hablábamos más arriba de las Agencias de Desarrollo como “empresas públicas de dinamización estratégica”. No veo otra. Dos claves fundamentales para ello: Redefinir nuestra relación con las empresas y repensar nuestras ciudades y comarcas. Esta debe de ser nuestra gran apuesta de futuro. Es muy importante intentar generar giros estratégicos y de actividad en nuestro entorno de ayuntamientos y comarcas, encadenados a las profundas raíces burocráticas. ¿Difícil? Sí, pero no podemos cejar, porque si en su día conseguimos generar la chispa del Desarrollo Local en tantos y tantos ayuntamientos, no creo que ahora sea más difícil redirigir la llama hacia donde realmente hace falta.
¿Quién dijo que esto iba a ser fácil?