Autor: Francisco González Bree – Doctor en Business Administration y actualmente Director académico del Master in Business Innovation (MBI) de Deusto Business School
Esta semana hemos conocido los resultados del Índice Mundial de Innovación 2017 (GII). Este estudio ha sido elaborado conjuntamente por la Universidad Cornell, INSEAD y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. Las diez economías más innovadoras del mundo son Suiza, Suecia, Holanda, Estados Unidos, Reino Unido, Dinamarca, Singapur, Finlandia, Alemania e Irlanda. Resulta muy interesante ver en la página 43 del informe completo los cambios de posición en el top 10 desde el año 2014 al año 2017. Por ejemplo, el Reino Unido que era la segunda potencia del mundo en el año 2014 ha pasado a ocupar la quinta posición. Por su parte, Finlandia ha pasado de ocupar la cuarta posición en el año 2014 a ocupar la octava posición este año. El informe también destaca que India comienza a ser un polo de referencia en innovación y China es la primera economía de ingresos medios en ocupar un puesto entre los 25 primeros puestos del ranking.
España el año anterior aparecía en el puesto 27, pero este año tiene que conformarse con figurar en el puesto 28 de la clasificación. Para entender bien nuestras debilidades y fortalezas es interesante revisar el marco conceptual del estudio (página 48). Dicho marco conceptual aporta dos grandes bloques (inputs y outputs). Dentro de los inputs encontramos cinco áreas de estudio: las instituciones, el capital humano y la investigación, las infraestructuras, la sofisticación de los mercados y la sofisticación de los negocios. Dentro de los outputs encontramos variables relacionadas con el conocimiento, la tecnología y outputs creativos. Nuestras debilidades incluyen el coste de los despidos, dificultad para establecer nuevos negocios, acceso al crédito, número de patentes, gasto en educación y desconexión en la triple hélice de la innovación. Es decir, la colaboración entre los sectores público, privado y educativo. Las fortalezas españolas más destacables están relacionadas con la educación, el capital humano, las infraestructuras, el conocimiento y la tecnología. En concreto, destaca la calidad de nuestras universidades, los años dedicados a estudiar, el elevado número de matriculaciones en educación superior, el gasto en Investigación y Desarrollo de las empresas, los servicios digitales gubernamentales, la participación digital de los ciudadanos y los esfuerzos en sostenibilidad ecológica. También se menciona nuestro buen hacer en comercio, competitividad, escalabilidad de mercados, gastos en software y diseños industriales.
La pregunta que nos hacemos es si podemos mejorar este puesto. La respuesta es clara, sí podemos, pero tenemos que seguir evolucionado nuestro modelo productivo. En la actualidad crecemos al 3% y creamos medio millón de trabajos al año pero seguimos muy enfocados al “ladrillo” y al turismo. Esto no quiere decir que dejemos de trabajar estas industrias que dominamos, sino que reforcemos nuestro modelo incrementando el peso de la inversión en I+D sobre el PIB. En la actualidad dedicamos el 1,23% de inversión sobre el PIB en I+D. Este esfuerzo está muy alejado del objetivo de la Comunidad Europea que recomienda alcanzar el 3% para el año 2020. Hace unos días durante la presentación del informe de 2017 de la fundación Cotec se advertía que mientras el conjunto de la UE invierte un 25% más en I+D que antes del inicio de la crisis económica, España invierte un 10% menos. La presidenta de la fundación Cristina Garmendia indicaba que de seguir así, España no podrá desempeñar un papel protagonista ante las oportunidades y desafíos de los próximos años. En mi opinión, es importante contar con más profesionales que sean capaces de liderar y gestionar la innovación de organizaciones y empresas. La innovación es una disciplina transversal, compleja y en constante evolución. Por ejemplo, comentaba hace un año en un artículo para este blog que los profesionales que nos dedicamos a la innovación estamos identificando un gran auge de los centros de innovación corporativos que operan en ecosistemas complejos. Los centros de innovación de las empresas están creciendo de forma inexorable con el objetivo de extender la innovación a lo largo de la organización y siguen principalmente un modelo basado en la aceleración de startups internas y externas. Por ello es importante revisar el contexto que hace que la innovación sea un éxito, los procesos de innovación que utilizamos para llevar con éxito al mercado nuevos productos y servicios e incluso las métricas para medir la innovación.
En conclusión, los expertos abogan por adoptar políticas positivas para el ecosistema innovador global que producirá beneficios para los ciudadanos. Los países más innovadores se caracterizan, entre otras cosas, por invertir en ciencia, capital humano, así como por desarrollar políticas fiscales que incentiven la innovación. Si analizamos el impacto de la innovación desde una perspectiva basada en zonas o regiones del mundo podemos apreciar que las regiones económicas innovadoras muestran mejores rendimientos en términos de empleo y estándares de vida. Si analizamos el tema desde el punto de vista empresarial encontramos una relación entre el rendimiento de la empresa y la elección de la estrategia de innovación, donde el nivel y el crecimiento del rendimiento es mayor en empresas con esfuerzos persistentes en I+D. La innovación es esencial para el progreso y el desarrollo económico.